Durante el espectáculo, una “lluvia” de rosas, peluches y besos cayó en el coliseo.
Eran las 20:00 de ayer y el coliseo Rumiñahui estaba totalmente lleno. Un escenario genial y miles de fanáticos ansiosos por mirar al sexy cantante boricua se dieron cita para presenciar uno de los conciertos más esperados del año.
La hora llegó y el primero en salir fue el cantautor ecuatoriano Daniel Páez, un joven de apenas 20 años, que a pesar de no ser tan famoso derrochó talento y se ganó el cariño de todos los presentes, pues su excelente voz y su carisma lograron que luego de tres canciones la gente lo ovacionara y hasta le pidiera una canción más.
Con el corazón totalmente romántico y las cuerdas vocales preparadas, fanáticos de Chayanne aguardaban por su presencia. Las luces del coliseo se apagaron y los técnicos comenzaron a armar el escenario. Las escaleras fueron colocadas, los instrumentos entraron a escena y la euforia de la gente cada vez aumentaba.
De repente, luces blancas iluminaron el lugar y seis bailarines salieron al escenario. Dos rubias despampanantes fueron las primeras en llevarse los aplausos de la gente, pues con mini faldas y blusas cortitas le pusieron el toque sensual al concierto y despertaron la picardía de más de un caballero presente.
Entre las luces oscuras y con un fondo totalmente iluminado apareció Chayanne. Los gritos y los carteles de amor aparecieron en las tribunas y un fuerte “provócame” se escuchó en el coliseo. La gente no paraba de corear el ritmo latino y lo único que miraban eran los movimientos tan eróticos de su artista favorito. Gritos como “Chayanne te amo” y “eres mi ídolo” se escuchaban entre el fuerte ruido de los parlantes.
Las canciones más coreadas por la fanaticada del latino fueron “Caprichosa”, “Y tú te vas”, “Torero”, “Me enamoré de ti” y “Tiempo de vals”, todas éxitos de sus discos anteriores. Durante el show, este “dios” del escenario presentó a su público éxitos de su nuevo lanzamiento “No hay imposibles” y aunque también gustaron a los fanáticos, muchos prefirieron quedarse con las melodías antiguas.
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